Detrás del nombre de Estreisan está Sandra Ortiz.
Soy ese alguien a quien le gusta escuchar, ayudar y mantenerse al lado de los suyos.
Amante de la moda por todo el tiempo dedicado a ella desde el visual merchandising me decido abandonarla en el punto más alto de mi carrera profesional. Y lo cierto es que cuando conseguí el puesto que tanto había deseado me dí cuenta del vacío que aquello significada para mi.
Como a muchas otras personas, creo, cuánto mejor posicionada estás, más vacía te sientes. Y es que no concebía mi vida sin contribuir, sin ayudar, sin la felicidad que eso conlleva, sin vivir… Y ese fue el punto de partida de mi nueva vida, un día te levantas y te preguntas si eso es todo lo que vas a hacer en tu vida, si eso es todo lo que vas a contribuir con tu vida al mundo y obviamente esa pregunta me llevó al cambio.
Dejé todo lo que me hacía daño; mi trabajo, el tabaco y los malos hábitos como no comer por falta de tiempo ( ahora pienso ¡Cómo es posible que me faltara tiempo para una de las necesidades más básicas!). Empecé a estudiar de nuevo, pues eso es algo de lo que nunca me canso, pues puedo decir que la palabra de mi vida es APRENDIZAJE y empecé a dedicar tiempo al deporte y fué en el gimnasio donde descubrí unas clases de yoga que me atraían algo fuera de lo normal. Salía de todas aquellas clases llorando, a veces sin motivo, otras por la hipersensibilidad a los demás, a situaciones injustas, conectando con algo que no sabía aún cómo definir.
Fue en aquel momento que descubrí que aquellas clases me estaban descubriendo algo sobre mi, abriendo una puerta que había cerrado con llave para protegerme y que lejos de eso, estaba olvidando lo más esencial de mi ser.
A partir de aquel momento empezó mi búsqueda de un buen gurú que me enseñara el yoga de verdad y me explicara porqué el yoga me había hecho sentir todo aquello. En aquel momento la vida me cruzó con Fareed, un profesor procedente de la India que da clases en Granollers. Él me enseñó el yoga como disciplina y me animó a seguir mi práctica individual para sacar toda aquella buena energía estancada, alejando miedos, bloqueos del pasado, un pasado que ya no tenía sentido seguir sufriéndolo porque nunca jamás volvería ni existiría.
Empezó ahí mi andadura de sanación personal con el claro objetivo de que esto que estaba viviendo debía compartirlo y hacerlo mi forma de vida (Lo supe desde mi primera clase). Quería sanar todo lo que me había atormentado por tanto tiempo para ser capaz de compartir el yoga desde la esencia más pura, desde la claridad mental, la sinceridad y la verdad absoluta, sin interferencias personales propias de mi experiencia.
Decidí pues que mi formación la haría en la India, un lugar soñado, y así lo hice sin casi pensarlo y mi sorpresa fue que el aprendizaje más valioso en la India no estuvo en las 10 horas diarias de clase, que por supuesto, sino desde el interior, gracias a la conexión con la energía que se respiraba en Rishikesh y en todos los lugares por los que pasé y visité.
Aquella conexión con la energía del todo, de la esencia, la energía que te encuentra con lo más básico y a la vez lo más importante. El despertar, el reencuentro.
Aún recuerdo mi llegada a la escuela el primer día, qué momento tan mágico, no solo me encontré con seres de luz sino que me encontré de pleno con LA INDIA, MADRE INDIA, madre de todo, así es como me sentí, arropada por una madre que siempre tiene un abrazo para ti, una sonrisa, que siempre te acompaña y te cuida.
Cuando regresé a España estaba convencida que iba a enseñar yoga, que confiaría en el poder de la conexión divina, que confiaríaa en mí y que crearía un lugar donde arropar a los demás a través del yoga.
De ahí nace MADRE INDIA, un lugar donde compartimos mucho más que clases de yoga.
¡Gracias por leerme!
NAMASTE
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