A veces hay tanto dolor interno que no es posible parar e ir hacia dentro. Es demasiado, no es el momento.
Confío en que el yoga llega a nuestras vidas para quedarse solo en aquel momento en que estamos preparades para empezar y vivir un proceso de auto-sanación.
Este proceso en el que me he visto envuelta desde que el yoga llegó a mi vida, consiste fundamentalmente en dejar que sea nuestra propia guía, nuestre maestre interior quien nos guíe en cada momento sin por supuesto negar la ayuda de otras personas, terapeutas, amiges o familiares. Es un proceso que no tiene un tiempo, no es lineal, pero si requiere un esfuerzo, constancia y sobretodo de nuestra valentía.
Como dice en la afirmación C.G.Jung :
“Quien mira hacia fuera sueña, quien mira hacia adentro despierta”.
Es un proceso de despertar del letargo en el que hayamos estado engullidos, o bien salir del ritmo frenético por el que nos vemos a veces empujados a vivir nuestras vidas. Es un proceso de abrir paso a la conciencia, de a poco, reconociendo cada parte de nuestro cuerpo, la memoria que guarda de cada experiencia vivida, descifrar paso a paso los códigos de nuestro cuerpo y nuestra mente.
Es de una valentía inmensa parar a mirar hacia dentro, reconocerse en cada uno de los estados en los que vivimos, validar las emociones y no solo las buenas y los “estoy bien”, reconocerse vulnerable y confiar en que todo tal cual es, está bien.
En mi vida he conocido muchas personas que han dejado en manos del azar, de la suerte y otro tipo de magias sus propias vidas. Y está bien y a veces es tanto el dolor, que no podemos más que echar el balón fuera. Pues esto también es un proceso por el que muches tienen que pasar… Sin embargo, aunque aquello que nos haya pasado o nos esté pasando sea horrible, siempre vamos a tener la oportunidad de sacar el aprendizaje de ello. Y es y siempre lo será, nuestra propia responsabilidad hacernos cargo de lo que está en nuestras manos para que eso no vuelva a ocurrir o bien para que no nos vuelva a afectar como antes.
Y diría que ahí es donde entra el yoga como proceso de auto-sanación puesto que mientras estás en completa presencia, no puedes hacer más que responsabilizarte del momento presente.
En este proceso, muchas veces descubrimos nuestras creencias limitantes, lo que nos traen experiencias del pasado, nos reconocemos en ellas y las liberamos a la vez, a través del movimiento y quizás también con ayuda de otres para desprendernos de algo viejo que sentimos que no se va, buscamos nuevas formas de accionar, nos arropamos de quien nos quiere bien, confiamos en ese maestre interior que TODES llevamos dentro…
Un progreso que se ve en nuestro cuotidiano porque los enfados nos duran menos, porque aceptamos las cosas tal como son, y sino, tomamos acción para cambiar aquellas que ya no están en sintonía con nosotres. No juzgamos, amamos sin condiciones, nutrimos a les demás desde la propia nutrición, no hay ningún vacío que llenar, ningún proceso que salvar, simplemente acompañamos desde la tranquilidad y la confianza de que ‘Dios’ no nos pone nada en el camino que no podamos trascender.
Es un trabajo arduo el del auto-estudio, no es nada nuevo, pues esto es una de las propuestas que nos proponen los 8 pasos del yoga, dentro de los Niyamas: Svâdhyâya: leer sobre las escrituras sagradas que nos dan el conocimiento y estudiar sobre nosotres mismes. Ya lo hacían hace miles de años y aún hoy debemos aprendernos mucho para desaprendernos y reconocernos en la completitud de lo divino que hay en nuestro Ser.
Si sientes tu llamado, te invito a que con mucho amor vengas a regalarte unos momentos de presencia. Y lo que ocurra será aquello que tenga que surgir.
Namasté
Sandra O.
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